Revisando la literatura de coaching y de inteligencia emocional en lo referente a cómo manejar las emociones de los seres humanos y su influencia en el comportamiento cotidiano de los mismos, diversos autores coinciden en resaltar que una persona para tener relaciones interpersonales impecables debe desarrollar algunas habilidades sociales.
La empatía, la asertividad, el control de la ira, la escucha activa entre otras habilidades son las que frecuentemente nos recomiendan los investigadores como herramientas de comportamiento para tener una mejor relación con nuestros semejantes. Sin embargo, hasta este momento pocos autores o textos de crecimiento personal mencionan a la Tolerancia como herramienta de habilidad social.
Usted apreciado lector, probablemente sea una persona asertiva y dice lo que tiene que decir en el momento indicado, o también puede que sea empático y se coloque en el lugar del otro, o como se dice popularmente ponerse en los zapatos de la otra persona y entienda o trate de entender lo que siente su interlocutor, más esas habilidades no lo hace tolerante hacia la otra persona.
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¿Qué se entiende por tolerancia?
La Tolerancia proviene del Latín tolerae, que designa un cierto tipo aprobación nivel de admisión frente a aquello que nos es contrario. Por su parte, para los griegos, la tolerancia implica comprender realmente el pensamiento del otro, escucharlo y tomarlo en cuenta, cualquiera que sea la opinión personal que se tenga. ¡Vaya, que profundo concepto!.
Los ateniencies, por su parte, sostenían que: La tolerancia es el debate, es decir la posibilidad de expresar libremente sus opiniones sin tener que sufrir ningún castigo. Como podemos ver desde la antigüedad, la tolerancia está relacionada con el lenguaje, con la comunicación, con el expresar libremente nuestra opiniones, nuestros pensamientos y el derecho a ser respetadas por los demás. Hacer lo contrario es ser intolerante.
La intolerancia se manifiesta a través de actos de prohibición, de exclusión o de persecución. En tal sentido, me permito citar a Elie Wiesel (1928-2016) quien en el año de 1997 expreso:
“…Sorda a toda razón, la intolerancia no es solamente el vil instrumento del enemigo sino que ella es el enemigo mismo, puesto que niega las amplias posibilidades de comunicación que ofrece el lenguaje. Cuando el lenguaje fracasa, entra en acción la violencia, la violencia es el lenguaje de aquellos que han perdido las palabras, y es también la forma como se expresa la intolerancia donde germina el odio”.
Este prestigioso autor norteamericano y sobreviviente de los campos de concentración nazis de Auschwitz y Buchenwald, y ganador del premio de la Paz 1986, resalta que el ser humano debe hacer todo el esfuerzo posible para mantener la comunicación con sus semejantes, una comunicación activa, que implique el respeto y reconocimiento de las expresiones de ambos interlocutores.
Hoy en la actualidad cuántas personas son intolerantes con sus compañeros de trabajo, con sus parejas, con sus vecinos, hasta con las personas con las cuales compartes para adquirir los alimentos en el mercado, no dialogamos, no conversamos, intentan imponer sus verdades a los demás y muchos sienten aversión, odio por los que piensan diferentes. Sin tolerancia hacia lo que piensa el prójimo no habrá reconciliación social en el país.
¿Es usted tolerante con los que piensan distinto?
En sociedades como Venezuela, España, México y otras más en el mundo, atraviesan en estos momentos una profunda crisis estructural, las razones son varias, van desde la falta de producción de bienes y servicios, la inflación, corrupción generalizada, exceso de ideologización o el más sagrado deseo de libertad, de autodeterminación de su propios destinos, son algunos de los factores que mantiene a la sociedad al borde de una ruptura social.
Es necesario tener Tolerancia Social. El esfuerzo de cada uno de los habitantes de un país o miembros de organizaciones en particular, en busca de un nuevo modelo, una nueva forma de convivir o de producir es lo que hace exitosa a ese conglomerado de humanos
Si bien es cierto que el hombre, en su búsqueda de asegurar la cohesión de todo aquello que considera que forma parte del yo, de lo idéntico a sí mismo, en su búsqueda de servir a ciertos intereses que supone amenazados, es intolerable; luego aprende a ser tolerante primero por necesidad y luego por una decisión racional basada en el pacto del consenso motivada por el conflicto de vivir juntos.
Si, así es, la necesidad de convivir con su pares hace que el hombre acepte una situación indeseada ante un mal que solo se podría erradicar al precio de uno mucho mayor. Es por ello, que a partir del siglo XX la tolerancia se ha establecido como un principio fundamental de coexistencia pacífica y de la convivencia en medio de la diversidad, del pluralismo y la interdependencia.
La tolerancia social nos exigirá encontrar un compromiso que nos permita vivir en una coexistencia fraterna con nuestros coterráneos, respetando su forma de vida, su forma de pensar y sobre todo su forma de concebir la conducción de nuestra sociedad. Somos víctimas de una siembra de odio, resentimientos y de antagonismos transmitidos desde la propia superestructura del Estado que ha ido penetrando todos los niveles de nuestra sociedad.
¿Cómo podemos liberarnos de este círculo vicioso? No cavilando sobre eventos padecidos de intolerancia, no pensando en la revancha ni en la imposición de nuestras ideas.
La intolerancia como ideología y como sistema político parece germinar en un país en terreno de crisis. En Alemania por ejemplo, las profundas crisis económicas y sociales en el pasado, permitieron que surgiera el régimen fascista. Los nazis sostenían que:
“la tolerancia conduce hacia un Estado neutro, despojado de su substancia, contra el cual el único remedio es el Estado Total”.
De acuerdo con su pensamiento nazista y así lo demostraron, sostenían pues que semejante Estado no tolera en su interior la existencia de fuerzas hostiles que frenan su acción. Para ellos los adversarios, los ciudadanos comunes y corrientes que no profesaran sus ideas eran considerados enemigos, traidores y apátridas, en consecuencia debían ser perseguidos y excluidos y hasta asesinados.
Los recientes acontecimientos de Venezuela y Cataluña dan muestra que esta forma de pensar se ha alojado en gobernantes que aunque profesan ideologías distintas a los nazis actúan como un buen SS. Cuidémonos de los extremistas.
Según mi criterio “La tolerancia social es el derecho a la alteridad, la apertura hacia el otro”. El extremista se aprovecha de la dificultad que esto implica. Se presenta como el intento por seguir siendo uno mismo, contra supuestos complots mundiales o de sectores políticos internacionales. Incluso los dirigentes extremista se presentan como los únicos “políticamente correctos”, y se comportan como si su ideología, identidad y permanencia hay que preservar a toda costa contra las influencias externa y presiones internas.
Es fácil organizar la lucha política en torno al odio, pero es difícil estructurar la política sobre la base de la solidaridad.
En estos momentos la sociedad mundial debe de recordar las sabias palabras de Elie Wiesel:
“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, (…) hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan”.
Que los últimos brotes de intolerancia social que han sucedido en las diferentes sociedades del mundo sea una alerta para todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que nunca más se repitan los errores del pasado.
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Autor:
Coach Norberto Peña
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