El retrato de un autoexigente es alguien cuyo diálogo interior le dice constantemente que lo que sea que está realizando, pensando o programando, podría estar mejor. La búsqueda de la excelencia en todo lo que hacemos se traduce en tareas que se alargan una eternidad, proyectos que se complican inútilmente, repasos de los repasos, sensación de que lo realizado no cubre vuestras expectativas iniciales… ¿Os reconocéis? La autoexigencia es una actitud crítica con nosotros mismos, pero, y aquí está la buena noticia, bien gestionada nos ayuda a mejorar y a crecer como personas. Qué pasa cuando no la gestionamos adecuadamente? Puede ser muy dañina e incluso en su peor extremo, combinada con una baja autoestima o estrés elevado, puede estar detrás de trastornos como la anorexia o la ansiedad.
¿Qué hay detrás de la autoexigencia cuando nos hace daño?
Mi respuesta es miedo. Miedo a no cubrir expectativas, a no tener control sobre nuestras emociones, a no querer salir de nuestra zona de confort, a ser juzgados, y sobre todo, miedo a nosotros mismos, porque hagamos lo que hagamos, no será suficiente. Esta actitud, produce un desgaste enorme en las personas que no saben lidiar con su voz interna y además no gozan de un adecuado equilibrio personal. Además, ojo con proyectar nuestra autoexigencia en otros, pues podemos llegar a ser tóxicos si nada de lo que hacen los demás nos parece suficiente, y frustrar o desmotivar a nuestros colaboradores o compañeros. Te recomiendo leer: El Líder Tóxico: su efecto en el ambiente organizacional
¿Cómo podemos convivir con la autoexigencia y llevarnos bien con ella?
En el ámbito laboral, la autoexigencia nos puede ayudar a mejorar, a buscar nuevas soluciones a los mismos problemas de siempre, a fijarnos metas retadoras que supongan un aliciente a nuestro día a día. Como profesionales de los Recursos Humanos, debemos alentar un adecuado nivel de exigencia entre nuestros colaboradores y ayudar a modularla a aquellos que no la tengan presente de un modo ecológico consigo mismos (por exceso o por defecto). Practica el coaching para llegar a la innovación en tu empresa
El coaching es una poderosa herramienta para devolvernos a la realidad, si es que nuestra autoexigencia nos está alejando de la misma. A través de preguntas que nos sirvan de espejo, la habilidad del coach puede hacernos ver cómo estamos articulando nuestra arquitectura interior, si nuestro diálogo es constructivo, o si nos machacamos gratuitamente.
Un equilibrio personal que nos ayude a detectar patrones dañinos, será la base sobre la que apoyarnos en este camino. No será fácil, los autoexigentes llevamos en el ADN una facilidad pasmosa para caer en el desánimo y en la frustración, pero también somos fáciles de reconducir con un elevado conocimiento de nosotros mismos y un aprendizaje de cómo reformular los mensajes internos para que lejos de frenarnos, nos lancen hacia nuestro objetivo. Te comparto algo que te puede interesar: Mente slow y mente flow ¿Qué resulta de esta combinación?
¿Cómo podemos aliarnos con la autoexigencia propia o de nuestros colaboradores para sacar lo mejor de nosotros mismos?
- Fija objetivos realistas, retadores, pero alcanzables. Te invito a leer también: Construye tu objetivo profesional
- Identifica mensajes destructivos (tuyos o de los demás) y racionalízalos: Puede que se hubiera hecho mejor de otro modo, pero te has esforzado y así también está bien.
- Planifica tus acciones y sé realista, no pretendas llenar tu agenda con tareas que no eres capaz de realizar.
- Aprende a asumir (y tolerar) las críticas constructivas de los demás.
- Reconoce en los demás actitudes nocivas que te frenan en este sentido y sirve de espejo a otros para ayudarles a reconducir sus esfuerzos a la consecución de sus metas de una manera limpia y sin obstáculos.
- Explota esa actitud de inconformismo utilizándola de palanca para tu crecimiento como profesional.
- Acéptate tal y como eres, es el punto de partida para cualquier mejora.
Hemos de aprender a perdonar que no queramos alcanzar el máximo nivel de calidad en todas nuestras acciones, porque eso sí es imposible. Aceptémonos y disfrutemos de este paseo ayudando a otros a hacerlo con nosotros. Quizá te interese conocer más sobre: El momentum: el camino al crecimiento de la empresa
Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre el. “El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo” –Nelson Mandela.
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